Beirut es una novela que se ha metido en mí, que me ha absorbido y me ha convertido en uno de sus muchos personajes –secundarios para la ciudad: sin embargo, resulta imposible concebirla sin nosotros, sus criaturas de ficción verdadera-, obligándome a merodear entre sus cubiertas, a deslizarme entre sus páginas ya escritas, aventurándome hacia las que aún permanecen sin escribir, acompañada conforme avanzo hacia el final por la misma gente que me incita a vivir.