¿Qué lleva a un hombre asentado, con reputación y felizmente casado a suicidarse a martillazos en su propio estudio? Esa fue la pregunta que me asaltó cuando encontré a mi buen amigo Aduriz Erte, periodista e investigador de los misterios de la arqueología y la historia, con la cabeza abierta en medio de una alfombra. Y es en ese punto donde entra en juego Honora Brim. Honora es una estrambótica anciana con capacidades sobrenaturales: puede, tocando los objetos, ver a través del tiempo. El caso del prisma irregular no fue el primero que viví junto a ella, pero he decidido comenzar mi ciclo de narraciones acerca de la señora Brim por este punto, en el que la siniestra galería de Aduriz nos escondía tantos secretos que ni la aguda mente de la policía fue capaz de descubrir si el periodista se había suicidado o se trataba de un asesinato.