Ésta es la historia de un viaje enamorado. En él, yo soy Tobías. A los 112 años murió Tobit. A los 127, o cosa así, Tobías. Nunca osó narrarle a nadie, ni a su mujer siquiera, su aventura increíble. Era un asunto de hombres: o de hombres y algo más. Al principio viajó para ver si encontraba, por azar, al mancebo. Yo después, muchas tardes, al ponerse el sol, en Nínive y Ecbátana, aguardó el descenso del ángel. Lo confudía a veces con una palpitación del aire en el verano, y la ternura se le ponía de pie. Pero el ángel no volvió nunca más. Llegó a pensar que todavía había sido un sueño de su adolescencia: el sueño más emocionante de su vida. En sus últimos años deseaba morir para comprobar que el ángel existía