Hasta que cumplí los trece, mi vida era muy fácil. Ahora tengo trece años y treinta días, y estoy en un cuarto húmedo y desconocido, atado a una silla vieja y con los ojos vendados. Sé que no es algo que les pase a todos los chicos de mi edad. Pero todos los chicos de mi edad no son el hijo del Tigre Blanco. Yo sí.