Cuando un niño cambia a su padre por dos peces de colores no se imagina las consecuencias y complicaciones que tendrá. Al fin y al cabo no es el único que puede intercambiar sus cosas y, cuando su madre le dice que tiene que traer a su padre de vuelta a casa, es más fácil decirlo que hacerlo. Su padre había ido pasando de las manos de un niño a otro por toda la ciudad y tendría que llegar hasta el último canje para recuperarlo.