El arco iris (1915) de D. H. Lawrence –que se presenta por primera vez íntegra en español, en nueva traducción de Catalina Martínez Muñoz− cuenta la historia de una familia a lo largo de tres generaciones, desde la década de 1840 hasta 1905. Del granjero Tom Brangwen y su mujer Lydia Lensky, viuda de un médico polaco, hasta su nieta Ursula, ya una joven con trabajo y estudios, describe el paso de una sociedad rural a una urbana e industrial con una sensibilidad en su día completamente nueva, y aún hoy enormemente original y sorprendente. Prohibida en su día por «obscena», la novela encuadra la saga familiar en los esquivos y neblinosos márgenes de la intimidad, en los que el autor se vuelca como ningún otro lo había hecho antes: es en la conciencia de sí mismos, en su aceptación o rechazo de las condiciones de la vida en pareja, y de todo lo que ésta crea y destruye, donde los personajes se definen, huyen o se atrapan, viven y evolucionan. «Cuerpos y almas son lo mismo», dice Lawrence: ¿es posible, pues, encontrar un sitio para la sexualidad no solo en la naturaleza, sino en el orden del conocimiento y hasta en la religión? Para sus personajes es decisivo descubrir la oscuridad, «dar el salto de lo conocido a lo desconocido», y toda la agitación y la voluptuosidad de este salto impregna cada una de las páginas de la novela.