Nos encontramos en una época de aprendizaje, cambios, triunfos, excesos y desencantos. El anónimo narrador de Dolabella relata sus experiencias desde los años estudiantiles que vivió en Sevilla a mediados de los sesenta, hasta la efervescencia política que desencadena la transición. Será testigo de excepción de las actividades de un joven estudiante de Derecho llamado Lot, al que sigue hasta Madrid para participar en el cambio hacia un nuevo orden político, y vivirá con tensión sostenida el clima de las revueltas de los opositores al régimen. En este fondo histórico, de datos concretos, se desarrolla un proceso de amor que busca defenderse, con la imaginación, en el mundo clásico, donde conoce a Dolabella, una misteriosa mujer que simboliza la pasión marcada por la tragedia. Admirado, crea por y para ella un cosmos en el que, dando un giro inesperado a la narración, cobra vida la Roma imperial; un espacio libre, lejos de toda razón, en el que los amantes descubren la belleza, la poesía, la curiosidad inocente del deseo y el doloroso límite del amor. Allí surgen, inevitables, las estratagemas del amante celoso, los equívocos y el dolor infinito de la ausencia que acompañan al verdadero amor. La pasión por Dolabella colma el relato sin desvelar su secreto.