Aquel tipo era un personaje, pero de los buenos, de los de verdad, de los de clase y actitud, de los de aura en blanco y negro. Y no había empezado siendo tan diferente, más allá de llevar a la gente de su alrededor un par de discos y libros de ventaja, un poco de agilidad en la conversación o el encanto del golfo entrañable que siempre deja tras los besos un morderse el labio en la chica. Lo que pasa es que probablemente había comprendido demasiado rápido un par de cosas del mundo que le rodeaba, del polvoriento trastero en lo que se había convertido todo. No es mal camino empezar por oposición, es más fácil saber que es lo que no se quiere ser que hacia donde se quiere ir.