Estamos a principios de los años ochenta: en Teherán languidecen cincuenta y tres norteamericano tomados como rehenes por los chicos del ayatolá Jomeini; en un barrio de Chicago, un puñado de jóvenes se asoma a la vida por hacer y un puñado de adultos arrastra la vida hecha esperando un indulto contra las sentencias del tiempo. Los primeros están construyendo certezas que los segundos ya necesitan destruir, unos escapan a tientas de la adolescencia y otros parecen regresar a ella: todos, sin embargo, sucumben ante la amarga ironía de un futuro siempre añorado mientras Adam Langer los observa con humor y sin piedad, aunque también sin ira. La avenida California que divide en ese barrio a los judíos pudientes de los judíos menesterosos sirve en esta obra como cauce metafórico por el que fluyen las peripecias de tres familias durante los cuatrocientos cuarenta y cuatro días de la crisis iraní.