No lejos del Palacio Real de Madrid se levanta el centro de acogida más antiguo y grande de España. Turistas y vecinos conviven allí con el colectivo más vulnerable, caótico y olvidado de nuestra sociedad: el de las personas sin hogar. Aquellos a los que no les queda nada salvo un último propósito de supervivencia. Su número sigue creciendo, silenciosamente, en el seno de nuestras ciudades.
Bustos nunca pensó escribir un libro como este. Pero al poco de mudarse –sin saberlo– al barrio de los sintecho intuyó en ellos un mensaje de dignidad herida que nos interpela a todos, más allá de la empatía momentánea o de la agenda política. Estas páginas desgarradoras son el fruto de un año de investigación periodística sobre el fenómeno del sinhogarismo. Pero conforman también una obra profundamente literaria, deudora de la corriente de sensibilidad que, de Solana a Baroja, señaló las llagas de la España negra con mirada piadosa y sin ápice de condescendencia o sentimentalismo. Una escritura poderosa que restituye lo segundo que pierde quien pierde su casa: el lenguaje.