Las cartas son, en su conjunto, los documenteos históricos más veraces e interesanes. Las confesiones irreflexivas y las candentes confidencias de los hombres públicos tienen un valor infinito para los espectadores de la vida y los estudiosos de la historia. No todas las cartas de Napoleón, o cuando menos muchas de ellas, lo revelan. En su juventud contaba con pocos confidentes y en la madurez tenia poco que confiar. Los halagos y el éxito minaron cualquier sentido que alguna vez haya tenido de la belleza, el patetismo o incluso del talante de la vida. Sin embargo las cartas de Napoleon permanecen con mucho como su más certero retrato, más allá de todo lo que se haya escrito sobre él o lo que él mismo haya dicho o escrito sobre sí. Cuando Napoleon iba al frente, sus secretarios y hábitos de trabajo lo acompañaban. Asi, en su estudio, carruaje o tienda de campaña, Napoleón perdió la timides que le impidio tener éxito como orador y se convirtió en el amo del estilo rápido, enérgico, lúcido y al mismo tiempo retórico, discutidor y autoritario que, a pesar de la pobreza de sus palabras y sus construcciones, lo coloca entre los más grandes escritores de cartas, que usted, amable lector, seguramente disfrutará.