Alonso de Santos desarrolla estas tragedias cotidianas, llenas de motivos paródicos y de humor, con los medios de la comedia tradicional, de tal manera que el espectador relajado se coloca en el centro de los ambientes y situaciones: la plaza castiza (que es casi un basurero lunar) de Yonquis y yanquis, un piso popular (en el caos) de Salvajes... y sólo una vez terminada la representación, llegará a medir qué es lo que ha visto como suyo: la marginalidad, el desorden social de gente apegada a viejos usos, los jóvenes desarraigados que viven en la costumbre de la violencia...