Vamos a contar canciones es un ejercicio literario de carácter autobiográfico escrito a partir de la asociación libre provocada por diversas melodías. Desde los 'Doce cascabeles' de la infancia hasta una composición de Compay Segundo que enlaza los separados veranos de Nueva York y de Sevilla, pasando por la primera radiogramola familiar, el coro del colegio y el pacato erotismo que las cantantes francesas inspiraron en su adolescencia, Conget recupera una educación sentimental, explora paisajes perdidos de la memoria y justifica la costumbre feliz de ir silbando por la calle.