A día de hoy se que no voy a leer ya mejor libro que este. Cuando leo a su autor me invade siempre un sentimiento tan profundamente mío, me siento tan perfectamente reflejada en las aguas de estas líneas, que es como volver a casa, donde uno se siente como en ningún otro lugar. Hay momentos en los que uno no quiere volver, prefiere ser nómada y experimentar el frío en el corazón, rechaza la idea de volver a su centro, por eso se escogen otras lecturas para estas ocasiones. Podría decirse que este libro mengua valor a toda su obra por dejar entrever el misterio y la sutilidad representativos en la misma, pero más allá de romper la magia, aún la aviva más al conocer al autor un poco más de cerca, pues aquí también se ve reflejado como la persona íntegra y humanista que fue. Pero a pesar de que sea la lectura que más me maravilla, es tan íntima que no la recomendaría ni al mejor de los lectores, ni al peor de los amantes, sino sólo a aquellos que lean a Hermann Hesse con pasión y sientan sus palabras como suyas. Un viejo profesor que tuve la oportunidad de conocer me regaló unas palabras de las que ya no puedo prescindir: todo texto fuera de contexto, es puro pretexto. Este libro es un perfecto ejemplo, pues sólo unos pocos sabrán apreciar su belleza, sólo unos pocos a los que se les acaben las lecturas de Hesse y tengan sed de más.
hace 8 años
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