En Los almendros en flor Stewart desgrana nuevos episodios de la asombrosa vida campestre con su familia en «El Valero». De esas vivencias, que rebosan su sentido cómico y sencillez habituales, vuelve a emerger el retrato de un hombre capaz de mantener una saludable ingenuidad ante lo que le depara la realidad diaria. Su tendencia a actuar movido por cierta visión idealista de las cosas y su actitud amable se mantienen inalteradas, ya sea cuando lo invitan a pertenecer a una Sociedad de Apreciación de los Almendros en Flor, cuando su hija lo instruye en los nuevos usos y costumbres de los adolescentes españoles, cuando inesperadamente le toca hacer una visita guiada de Sevilla a millonarios norteamericanos o cuando decide enfrentarse al trabajo de oficina en su intento de colaborar con un centro de ayuda a los inmigrantes.