Publicada en 1938 en un ambiente de acusada precariedad y frustración a causa de la prolongada depresión económica, La presa es otra gran obra de Irène Némirovsky, cuyo magistral retrato del sufrimiento moral no ha perdido ni un ápice de fuerza para los lectores contemporáneos. La dramática historia narra el ascenso y caída de un joven de origen modesto que logra casarse con la hija de un banquero, y, como en otras novelas de Némirovsky, el destino de quienes aceptan definirse a sí mismos en términos superficiales y vanos es inexorablemente lacerante. A Jean-Luc Daguerne, el protagonista, lo mueve una ambición incontenible: convertirse en un hombre poderoso, incluirse a toda costa entre aquellos que manejan los hilos de la política y los negocios. Y para llevar a cabo su propósito no dudará en sumergirse de lleno en un mundo donde las mentiras, los falsos halagos y el doble juego son moneda corriente, llegando incluso a traspasar la frontera de lo inimaginable: traicionar a sus seres más allegados. Sin embargo, el día en que, consternado, descubre en su interior la necesidad de amor y ternura, cuya existencia ha negado y reprimido durante años, los acontecimientos dictarán hasta qué punto su falta de escrúpulos se volverá en su contra, amenazando con destruir su naturaleza más profunda, aquella que lo define como persona. Una vez más, la gran autora de origen ruso despliega su asombroso talento para dibujar personajes memorables y plasmar emociones complejas, al tiempo que expone los vicios ocultos de la sociedad. Su mirada lúcida e inclemente y su afilada penetración psicológica están atemperadas, no obstante, por un manto de compasión y afecto hacia las debilidades del ser humano.