Desde que John Kennedy Toole alcanzara la gloria póstuma con la publicación de “La conjura de los necios” años después de su muerte, escritores que ven editada su obra tras su fallecimiento y no disfrutan del éxito copan los suplementos literarios de vez en cuando.
En el año 2004, a los sesenta y dos años de morir de su autora, “Suite Francesa” se hizo con el premio Renaudot a título póstumo, y esta obra que en realidad se divide en dos novelas independientes, se convirtió en poco tiempo en un clásico que promete erigirse en un testimonio de la vida civil durante la Segunda Guerra Mundial a la altura del “Diario de Anna Frank”.
En la primera de las novelas en las que se estructura el libro (“Tempestad en junio”), los capítulos alternan la narración de cómo una familia acomodada, un escritor de éxito que convive con su amante, y un matrimonio de clase media alta empleados de banca preparan el éxodo desde París hacia el campo para huir de la inminente llegada del invasor alemán. Transmitiendo de forma impecable un agobio ante el desarraigo que se ve aumentado por el calor de verano que acaba de llegar a la capital francesa, la historia ofrece multitud de estampas del París más típico (artistas convertidas en protegidas de hombres destacados de la República, orfanatos con niños abandonados, etc), los personajes acaban homogeneizándose dentro de los convoyes y las caravanas de coches que huyen del enemigo. A partir de ese momento, las situaciones que viven las clases antes acomodadas, y ahora inmersas en una multitud que lucha por supervivir y donde las situaciones de privilegio dejan paso al pillaje y la picaresca dando lugar a momentos cómicos, se enlazan con el estoicismo con el que algunos reciben la noticia de la muerte de hijos caídos en el frente.
En la segunda parte (“Dulce”), otra historia independiente –si bien con la aparición esporádica de alguno de los personajes de “Tempestad en junio”- nos narra la forma con la que los franceses de un pequeño pueblo conviven con los alemanes. Los habitantes de la localidad se ven entre el miedo por negarse a hospedar a los soldados teutones en sus casas y la sorpresa de ir asumiendo que se trata de ciudadanos como ellos reclutados a la fuerza por un ejército que, al igual que el francés ha hecho con sus propios hijos, los ha arrancado de sus familias. En medio, los sentimientos humanos inevitables que afloran entre las mujeres de los combatientes franceses y que, mientras éstos se juegan la vida en el frente, no pueden evitar intimar con los soldados alemanes.
“Suite francesa” se aleja de las novelas que atraen a los que buscan una historia que enganche por un argumento que mantenga en vilo al lector en medio de un planteamiento/nudo/desenlace que les haga esperar el momento de retomar la historia. Lejos de lo anterior (si bien “Dulce” cae a veces en un tedio y pesadez que no ocurre con “Tempestad en junio”), la historia tiene el atractivo de las descripciones del ambiente parisino poniéndose a salvo del enemigo alemán, las estampas del desarraigo y la supervivencia de los refugiados, y las tensiones internas del ser humano cuando comienza a convivir con el enemigo y descubre que, en el fondo, es igual a él, víctima de sus mismas circunstancias, y con quien comparte miedos y anhelos.
https://antoniocanogomez.wordpress.com/2018/08/04/suite-francesa-irene-nemirovsky/
hace 2 años
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