Jodi y Todd llevan más de veinte años juntos; viven en Chicago, en un amplio apartamento situado en la planta 47, con unas vistas espectaculares del lago de Michigan. Las cosas les van bien; él tiene una pequeña pero próspera empresa de construcción y ella, que es psicoterapeuta, puede permitirse trabajar sólo unas pocas horas recibiendo a sus pacientes en el salón de su casa. El resto del día lo dedica a sus clases de Pilates, a cocinar platos exquisitos y a pasear a Freud, su golden retriever. Pero Jodi y Todd sólo son felices en apariencia. Durante demasiado tiempo, ella ha optado por ignorar las señales de que él le es infiel y, pese a su formación profesional, se enroca en el silencio y niega la realidad, rehuyendo un conflicto que podría arruinar su apacible convivencia.
Sin embargo, la última aventura de Todd, con una mujer más joven, es diferente de las anteriores, y no tarda en amenazar los pilares que sustentan la larga relación de los protagonistas. Cuando Jodi descubre que su relación con Todd se va irremediablemente a pique, toma una decisión drástica, porque, cuando uno lo ha perdido todo, pierde también el miedo a llegar demasiado lejos. Pero los acontecimientos se precipitan y la historia dará más de un vuelco inesperado.
Narrada en capítulos alternos dedicados a las perspectivas de él y ella. La mujer de un solo hombre es una deslumbrante y demoledora indagación en el progreso deterioro de la vida de una pareja, pero, sobre todo, es una novela de suspense repleta de giros sorprendentes que mantiene al lector en vilo hasta el último y definitivo impacto.