Falo está a punto de jugar el último partido de su vida. Es querido por la gente, lo reconocen por la calle, lo saludan en cuanto sale, los adolescentes lo idolatran, pero él solo desea una cosa: matar.
Cuando la bilis negra aparece, nada ni nadie pue- de detenerle. Poco importa si la policía sigue sus pasos. No teme ser descubierto. En absoluto. Es más, juega con eso. Se divierte. Hurga en la piel de sus víctimas buscando siempre una respuesta que está más allá de la sangre y de la muerte. Su curiosidad es brutal, visceral y violenta y es tan descomunal como su amor a Silvia. Solo ella es capaz de quererle, de entenderle, de seguirle, de entregarle su vida, su cuerpo... porque solo así, tal vez, solo así, ambos puedan encontrar con la comunión, la paz salvaje que su mente reclama.