El autor hace de guía jacobeo y va más allá de lo evidente hurgando en la trastienda del Camino de Santiago para departir con meigas, practicar liturgias equívocas, charlar con monjes giróvagos, trasnochar en compañía de templarios, jugar a los naipes del tarot con alquimistas y, sobre todo, por supuesto, hacer camino al andar.