Enfrentarse a la selección que el propio Hemingway hiciera de sus mejores relatos cortos hasta 1938 es como abrir una caja de Godivas para los amantes de los bombones o aspirar el aroma de un buen Cohíba para los fumadores: se anticipa el placer, y en esta ocasión va a ser un placer intenso. Ya sólo con sujetar la estupenda edición de Lumen se sabe que el contenido del libro son horas de la mejor literatura del siglo XX. Si García Márquez en el prólogo se declara rendido admirador del personaje y su obra y opta por evocar su único encuentro con el autor en vez de descifrar su prosa, a los demás lectores sólo nos queda intentar imaginar a Ernest Hemingway y su espíritu indomable y aventurero en cada una de sus páginas. Cuando se le encuentra, el resultado es asombroso. Imprescindible.
hace 15 años