El miedo puede alimentarse de la realidad más cotidiana y cercana. El terror puede estar esperándonos en la estanción del metro, en cada una de las habitaciones de nuestro domicilio o a la vuelta de esa esquina por la que pasamos cada mañana. La existencia de lo rutinario y sobrenatural se muestra alternativamente en toda su crudeza y en toda su magia.