Estas páginas son una invitación a pasear en pantalón corto o con el uniforme de las teresianas y una tirita en la rodilla por el paisaje de la infancia, los primeros besos y las fotografías de veranos antiguos, rumbo al sótano de Moulinsart, donde se conserva el tesoro de la memoria trazado en línea clara. Con una mirada cínica, callejera y sin concesiones, Tito Muñoz se recrea en la belleza de la invención con el firme propósito de, como recomendaba Ángel González, mantener sucia la estrofa y escupir dentro. Así que, ¡mil rayos, marinero de agua dulce, bachi-bazuk de los Cárpatos!, abre el libro por donde caiga y deja que la poesía de sus páginas te posea y haga cosquillitas en tus vísceras.