Quienes hayan seguido la trayectoria de Luis Muñoz, uno de los poetas más profundos y originales de las últimas generaciones, reconocerán en Querido silencio su libro más depurado, el de voz más ajustada y decantada. Un libro en el que consigue indagar con hondura en la extrañeza de lo que nos rodea a través de un lenguaje de lo cotidiano. Sus poemas construyen escenas, imágenes o atmósferas poco habituales, que funcionan como fragmentos de la conciencia del mundo, en la mayoría de los casos cargando de valor simbólico elementos de la más estricta realidad. Diálogos, viajes, sensaciones, intuiciones, escenas tomadas al natural: fragmentos todos ellos que quieren atrapar el presente con la conciencia de dialogar con una rica tradición. Adelgazados hasta su más concisa formulación, con un lenguaje deliberadamente minimalista y con preferencia por los finales abiertos que parecen suspender temporalmente la ilación narrativa, los poemas de Querido silencio logran como pocos una vibración particular, una descarga que deja en el aire un sentido a la vez familiar y simbólico. Luis Muñoz sabe, y lo maneja expertamente, que la fuerza emocional del poema no está sólo en lo que se nombra, sino también en lo que se calla, en los queridos silencios.