A la austeridad castellana del verso añadió Rubén Darío un giro pagano, galante, faunesco y cosmopolita. Devolvió aumentada, más ágil y más desenvuelta, la lección que recibió de los clásicos. Una rara perfección original y embridada, le hace uno de los mejores poetas de habla española."Tocad campanas de oro, campanas de plata, tocad todos los días llamándome a la fiesta en que brillan los ojos de fuego, y las rosas de las bocas sangran delicias únicas. Mi órgano es un viejo clavicordio pompadour, al son del cual danzaron sus gavotas alegres abuelos; y el perfume de tu pecho es mi perfume, eterno incensario de carne. Varona inmortal, flor de mi costilla. Hombre soy." (R.Darío)