Córdoba posee una profunda alma oculta, fruto de la historia y del talento de sus gentes, que late bajo sus calles y casas. El autor nos recomienda mirarla y escucharla, dejar que sea la propia ciudad quién nos sugiera su ser. Y, para eso, nada mejor que pasearla. Sintiendo sus detalles, sus recovecos, sus plazas y monumentos, su historia, sus personajes, percibiremos su torrente subterráneo de existencia y significado. Pasear no significa movernos apresurados de un lugar hacia otro. Muchos viven como extraños en una ciudad que ni conocen ni en la que se reconocen.