Iba a ser un gran día para Bárbara. Acababa de conseguir su título de esteticista e iba a celebrarlo haciéndose un bonito regalo: la muñeca de porcelana para la que lleva meses ahorrando. Una vez que la tiene en sus brazos, decide atajar por el parque para llegar a casa lo antes posible y no disgustar a su madre. En ese preciso instante, la locura le sale al paso, cruenta, y la muñeca es testigo de la brutal violación que sufre Bárbara. El cuerpo malherido de la chica consigue levantarse y volver a casa pero su mente jamás se recupera del horror que ha sufrido. Desde ese momento Bárbara deja de ser la niña en cuerpo de mujer que ha sido siempre. La muñeca comienza a hablarle para ayudarle a realizar el sueño que, a fin de alejarse del dolor, veía en su mente. Bárbara contará también con la ayuda de Barbie, una mujer que materializará sus ansias de venganza. Toda historia tiene su antagonista. En este caso: Marc, un policía que vive al filo del abismo y que se acaba de reincorporar al cuerpo tras perder a su esposa en un brutal accidente de coche que le ha dejado grandes secuelas físicas y psicológicas. Secuelas que intenta superar poniendo su vida en riesgo continuamente. La autora nos sumerge en un universo siniestro que homenajea a El retrato de Dorian Gray. En este caso, no a la búsqueda de la eterna juventud sino a conseguir cumplir el sueño que la muñeca muestra en tu mente una y otra vez. Ojos de muñeca de Ingrid Desjours no es una novela negra al uso. Desde el primer capítulo, que te desgarra el alma, los roles están claros y no hay lugar a la duda o la especulación. Sólo hay una lucha contra el tiempo para evitar que los asesinatos degeneren aún más. Desjours da un paso más allá en el mundo de la novela negra y presenta una historia que conjuga elementos góticos, terroríficos (que no sobrenaturales) en la que los crímenes son un mero atrezo para incomodar aún más al lector; especialmente a través del intenso perfume, parte intrínseca de esta historia. Una novela perturbadora sólo apta para lectores valientes. (Ana García, 31 de agosto de 2018)
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