NADIE AVISA A UNA PUTA, de Samanta Villar (Libros del K.O., 2016) ¿Por qué y de qué tendrían los clientes que avisar a una puta? ¿Tal vez de que están enfermos y de que no acudirán a la cita de todos los viernes? El título, como las manchas que salpican el pelo de la mujer de la portada generan confusión, sin duda; pero no, este no es un libro sórdido ni banal. Tampoco son triviales o frívolas las vidas de las protagonistas. La experta en relaciones sexuales con discapacitados, la sexagenaria que sigue en el ramo o la inmigrante que no ha encontrado otra salida, las historias de estas y del resto de mujeres -y también de algunos hombres- que pululan por las páginas de NADIE AVISA A UNA PUTA nos introducen en mundo tabú y cargado de prejuicios, un mundo al que quizá, sólo quizá, deberíamos mirar de otra forma. Mirar de un modo distinto a la que es lumi porque quiere o porque sabe que exprimiendo su cuerpo las cuentas cuadran a final de mes; ver con otros ojos a la que se divierte o no sabe vivir de otra forma; entender a la que es una profesional del sexo; no esquivar la mirada de quien no encuentra otro trabajo -si es que una situación forzada alguna vez fue sinónimo de trabajo-. Bajemos o no la mirada, las putas, como la vida, seguirán pasando. Me quedo con el rayo de amor, de esperanza: "En 24 horas me había cambiado la vida por completo. Tenía una vida bien planificada, estructurada, muy alienada con mi personalidad. Y de repente decides que eso no es lo que quieres. Que quieres cambiar, que te has enamorado de otra persona [...] Sólo necesitó dos semanas para dejar a Silvia [...] no le importó que ya hubieran entregado la señal para comprar un piso" ... sí, el putero se fue con la puta.
hace 7 años