Perucho llega a la taberna del vikingo Abel en busca de la Beretta de su padre, Eloy, muerto con una bala que salió de su propia pistola. Por suerte, aún le queda algo de dinero del atraco al Banco del año anterior. En la atmósfera enrarecida de los que se suponen amigos de su padre surge Escarlet, una chica que desencadenará las trampas del amor. Estamos ante una novela intensa, entrañable, enriquecida por los matices de sus personajes, que parecen por momentos estar interpretando una comedia, lo que sirve para intensificar la sensación de irrealidad en un ambiente sórdido. La taberna del vikingo Abel es un microcosmos, convertido en el centro de corrupción donde estuvo Lupita del Río cantándole a sus dos pistoleros, marido e hijo, o la bondad de una cocinera y la tragedia de enredarse con un militar, prestamista mafioso que mueve los hilos desde las sombras, y la nebulosa complicidad del Paticumbia y el vikingo. O el ofrecimiento esporádico de trabajo a ex-torturadores que sacan las herramientas de su viejo oficio cuando se les solicita. Sobre todo es la historia de los padres de Perucho, Lupita y Eloy, que regresará al presente y nos permitirá comprender que todos arrastramos los conflictos de los que nos antecedieron. La agudeza de observación, la estructura trepidante, los diálogos intensos y la profunda humanidad de sus personajes sitúan a Música para pistoleros dentro de lo mejor de la actual narrativa en español.