La noche hambrienta se abre con un interrogatorio que nos sumerge en una atmósfera extraña, la de un universo perturbado por la culpa. El protagonista ha confesado el asesinato de su mujer a la policía, pero su relato resulta tan inverosímil y su conducta tan extraña que deciden ponerlo en manos de un equipo médico. La perplejidad se dispara cuando el protagonista revela quién ha sido su cómplice en ese supuesto crimen. El peso enorme de un pasado abominable y de un presente degradado, la soledad que se adensa a su alrededor, transforman el relato en algo muy similar al descenso a una sima oceánica.