Madrid prepara una de las obras más simbólicas del reinado de Carlos III (el Salón del Prado y sus fuentes) cuando un asesinato conmueve la ciudad: un muchacho de quince años aparece castrado y sus atributos masculinos arrojados en el entorno de uno de los monumentos principales del Paseo, el de Cibeles. El comisionado del intendente al que se le encarga la investigación llega al convencimiento de que el crimen guarda relación con la llegada de la diosa frigia, cuyos sacerdotes en su delirio le ofrecen su masculinidad. Los rumores salpican a la princesa de Asturias, María Luisa de Parma, por lo que el Rey ordena que sea espiada. Pero los crímenes no se detienen y la ciudad se agita entre sospechas y terrores.