Sin duda, la guerra del 36 es nuestra guerra. Poco importa si empuñamos el fusil, pasamos hambre o caímos muertos, porque siempre habrá alguien dispuesto a prestarnos “su” voz y a devolvernos a una contienda que no acabará nunca.
La guerra no finalizó en el 39, pero debemos darla por terminada cuanto antes. Nosotros no la protagonizamos y aunque es una obligación moral honrar a quienes tanto padecieron en aquel terrible desastre, no podemos tomar su relevo y combatir en una conflagración que ya no existe y que no nos pertenece.
Hoy alzan la voz quienes se niegan a seguir leyendo sobre la guerra civil española, sin embargo, siendo tan sumamente partidistas las palabras de quienes se dicen autoridades en la materia o de quienes representan a la ciudadanía, cada compendio u obra divulgativa acerca del origen, desarrollo y consecuencias del conflicto es vital para que nos reencontremos y superemos el dolor.
Leía y releía el libro de Santos Juliá para encontrar el adjetivo que abriese la batalla dialéctica y el “tú más que el otro”. Afortunadamente sólo habla de historia, de los motivos que abocaron a nuestras gentes a la lucha, de los procesos políticos experimentados en ambos bandos, de los asesinatos perpetrados en ambos bandos, de la falta de escrúpulos de las potencias extranjeras para con ambos bandos, de cómo la sinrazón se cobró la vida de inocentes que fueron vistos con, en compañía de, que trabajaban en o que tal vez dijeron algo inaudible pero sospechoso en cualquier caso. Es decir, de cómo la guerra llegó a todos e hizo añicos las esperanzas de los más débiles.
Nos queda la Historia, la ciencia, el diálogo amable entre el historiador y el lector. Por encima de intereses partidistas obstinados en resucitar a la peor calaña de ambos bandos, quedan libros como este, un canto a la sensatez en menos de doscientas páginas.
Al estar escrito de manera sencilla e introducir imágenes ilustrativas y documentos perfectamente legibles que nos acercan a los protagonistas, recomiendo su lectura a quienes no deseen ser intoxicados políticamente y estén interesados en tener una visión global de la guerra civil. (Jorge Juan Trujillo, 1 de enero de 2020)