El vivir mejor se ha convertido en una pasión de masas. Hemos entrado en una nueva etapa del capitalismo: hemos entrado en la sociedad de hiperconsumo. Nace un Homo consumericus de tercer tipo, un turboconsumidor desatado, con gustos imprevisibles, al acecho de experiencias emocionales nuevas y de mayor bienestar, de calidad de vida y de salud, de marcas y de autenticidad, de inmediatez y de comunicación. El espíritu de consumo ha conseguido infiltrarse hasta las relaciones con la familia y la religión, con la cultura y el tiempo disponible. Pero estos placeres privados descubren una felicidad herida: jamás el individuo contemporáneo ha alcanzado tal grado de desamparo.