Pocos nombres del hispanismo, si algún otro hay, suscitan tanto consenso como el de Alberto Blecua, por la excelencia de su labor, su papel como renovador –y aun refundador– de determinadas áreas de la disciplina, la amplitud de su magisterio y la decisiva impronta de su personalidad en todos aquellos, grandes e chicos, que han tenido el placer de tratarlo y de aprender con él. Alberto Blecua no merece un homenaje, sino muchos. El que el lector tiene en sus manos es uno de los posibles: el que le brindan quienes se han formado cerca de él, en su estela. De sus discípulos y más estrechos colaboradores surge, llegado el momento de su jubilación como catedrático de literatura española de la Universitat Autònoma de Barcelona.