La conversación que se recoge en este libro está bastante descompensada entre los dos personajes, y por ella aprendemos mucho más de la visión vital de V. Fuster que de la de J.L. Sampedro (posiblemente porque el médico es el que se lleva más hecho el trabajo a la hora de sentarse a la mesa para conversar o simplemente porque hay una relación médico-enfermo). El estilo es sencillo plagado de anécdotas y en muy pocos casos se utiliza terminología de las ciencias de la salud o de las sociales; pero a pesar de todo hay mucho esfuerzo dedicado a aclarar los conceptos y con desigual suerte. La sensación final es que han pretendido abarcar demasiado, aunque siempre es un placer escuchar las ideas de dos personas bastante diferentes como ellos.
hace 16 años