Durante más de mil años, Kilwa, una pequeña isla en la costa oriental de África, fue unos de los más importantes centros de intercambios comerciales de aquella parte del mundo. Allí acudían, con la llegada de los monzones, marinos y comerciantes de todo el Índico para intercambiar sus productos con los pueblos del interior del continente. Pero todo eso cambió cuando las naves portuguesas doblaron el Cabo de Buena Esperanza camino de la India.