Juana de Lestonnac recorre una andadura vital que se desarrolla en tres períodos bien definidos. Una primera etapa de niñez y adolescencia dedicada al estudio y al aprendizaje del comportamiento social; una segunda etapa como Baronesa de Monferrant-Landirás cargada con todas las responsabilidades que ser esposa de un gran señor y madre de una numerosa familia comportan, y una tercera etapa que se inicia cuando tiene ya más de cincuenta años, está viuda y es abuela. Esta tercera etapa será más rica, más interesante, y mucho más importante que las dos anteriores. La decisión de Juana sorprenderá a su familia, asombrará a sus conciudadanos y hasta escandalizará un poco a bastantes de sus coetáneos. Llevar adelante sus proyectos le costará grandes trabajos, innumerables luchas y no pocos sufrimientos, también muchas satisfacciones y el profundo gozo de saberse secundada por un grupo numeroso de mujeres jóvenes que la ayudan en su tarea. A su muerte dejará treinta testigos que darán fe de la clarividencia, del empeño, de la inteligencia y de la eficacia con que esta mujer intuitiva y realista supo poner en marcha la obra que tanta gloria había de unir a su nombre.