Jackie Brown no hace nada malo: sólo se aprovecha de su profesión de azafata para pasar de vez en cuando unos cuantos miles de dólares en el bolso. Los policías que la chantajean tampoco hacen nada malo: sólo cumplen con su obligación. Otro tanto se puede afirmar de Ordell Robbie, el traficante que aspira a hacerse con el dinero que, en el fondo, le pertenece por derecho natural. Y Max, el bueno de Max, bastante trabajo tiene con aclararse y decidir qué va a hacer con su vida. Nada debe sorprendernos. Al fin y al cabo estamos hablando de personajes de Elmore Leonard. Es decir, de perdedores sin remedio, tipos cuya grandez reside en la pequeñez de su mundo y en su capacidad para cruzar la frontera que separa al perdedor del caradura.