Gus, el tercer hijo de la familia Oliver, vivía en una gran casa rodeada de manzanos en la ladera de una colina. A Gus, que tenía unos diez años, le llamaban Cara de piedra porque solía presentar un aspecto impasible y aguantaba la mirada como nadie. Un día su hermana Serena encuentra un perro que andaba suelto, un viejo perro negro con una mancha blanca en el rabo. Casi al mismo tiempo llegaba de visita a la casa de la tía-abuela Hattie, una señora muy original. En pleno temporal de nieve, el perro de Serena se ha escapado y temen que haya caído en una trampa para lobos. A ruegos de la niña, Gus se dispone a intentar rescatarlo y sale, ya avanzada la noche desapacible, en dirección a los lastimeros ladridos que se oyen a lo lejos. Esta es la historia, emotiva, entrañable y llena de humanidad que nos relata magistralmente la autora.