Kirino vuelve a hablarnos de las mujeres niponas, enfrentadas siempre a las estructuras y convencionalismos sociales. Pero, en esta ocasión, introduce aspectos genéticos (belleza, capacidad intelectual, la maldad como fenómeno congénito) para ver su efecto en el sistema educativo y laboral, en el de las clases y los valores sociales. Dos mujeres, Yuriko y Kazue, muy diferentes entre sí, acaban dedicándose a la prostitución y muriendo a manos de un cliente. La historia la cuenta la hermana mayor de Yuriko, aportando su testimonio, los diarios de las difuntas y el expediente judicial del presunto asesino. No se puede considerar novela negra porque no tiene acción y los crímenes se conocen desde el minuto uno. La autora realiza sobre todo un relato psicológico e introspectivo de los personajes, para que comprendamos lo que motiva sus actos. Y que no es más que el factor competitividad. De ahí la envidia, los complejos, el odio, la frustración, los esfuerzos desproporcionados, los dramas familiares, y las vidas destrozadas. En resumen, un retrato grotesco de cada una de las almas puestas en juego.
hace 6 años