La afinidad de muchas actuales teorías literarias con la filosofía resulta notoria. Pero las ideas filosóficas a las que ahí por lo común se apela son escogidas y aplicadas con alguna veleidad, haciéndose abstracción de amplios debates de fondo. En la presente obra la confluencia de ambas órbitas ha seguido un curso distinto, marcado por una consonancia fundamental entre la perspectiva de la lectura de novelas o relatos y la perspectiva de la filosofía: Kant percibió que la primera, como la segunda, no está enfocada a la realidad, sino (reflexivamente) a la forma de reconocer la realidad. La experiencia ficcional no representa así pues un mero objeto de meditación para el filósofo: en cierto modo, ella misma tiene una disposición filosófica.