Esta novela ha supuesto para mí una sorpresa muy agradable: situada pocos años después de la muerte de Mao, describe con habilidad el ambiente miserable y de corrupción política de la China del momento. El protagonista trabaja en una fábrica de fertilizantes desde hace 6 años, y vive con su mujer y su hija pequeña en una habitación. Espera con ilusión la concesión de una vivienda, ya que cumple con los requisitos necesarios, pero sus jefes se favorecen a sí mismos en el reparto de viviendas. Indignado y frustrado, el protagonista, un artista con talento, decide vengarse enviando una caricatura denunciando la corrupción. A partir de ahí, la novela muestra el enfrentamiento entre el trabajador Shao Bin y los jefes de la fábrica, con un estilo que combina la capacidad para dramatizar momentos en apariencia triviales con un irónico sentido del humor, sin caer tampoco en el maniqueísmo de los personajes, ya que estos resultan profundamente realistas y humanos, tanto los principales como la masa de trabajadores de la fábrica, que funciona como un coro de lealtades cambiantes. A priori su desarrollo podría parecer rocambolesco, pero curiosamente resulta de una asombrosa verosimilitud. La novela consigue atrapar el interés del lector por las tribulaciones de Shao Bin y el deseo de conocer la resolución de un problema que, a medida que avanza la historia, se vuelve cada vez más enrevesado.
hace 8 años