Resumen

Ahí estaba Jan. Éste era el encuentro que debimos haber tenido, la primera vez que nos veíamos de verdad después de tres años. Me estaba comiendo la angustia. No tenía nada que ofrecerle. Nada. No tenía un hogar ni un futuro ni siquiera la posibilidad de una vida normal y aceptar eso, confesárselo, hacía que me temblaran las rodillas, las manos y la garganta. ¿Cómo podía confesar lo que era a una persona que no creía en las historias fantásticas?