Pocos poetas tan comprometidos como Jorge Riechmann en remover conciencias, en plantear una reflexión crítica e irónica sobre los desmanes del «capitalismo avanzado» pero pocos también tan dotados para usar la poesía como palabra reveladora, como vía de autoconocimiento y búsqueda de sentido. Somos un instante en la belleza del mundo, dicen sus versos, y sin embargo qué poco sabemos del mundo, qué poco lo merecemos. Y cuanto más denuncia el poeta los daños de nuestra sociedad de la hybris, también llamada sociedad industrial, más asombro le causa el milagro de la vida mínima. Cuanto más le conmueven los dones de la naturaleza o la humildad del prójimo, más le indigna el capital financiero que todo lo nubla. En la sobreabundancia y el vacío, en los signos de la muerte y de la destrucción, que todo se lo llevará por delante, la poesía le descubre la esperanza de aprender y amar, la verdad última de la compasión y la disolución del yo, la comunión más sabia con aquello que nos recuerda el paraíso del que fuimos expulsados.