Un pequeño pueblo inglés, 10 de diciembre de 1948, Emily Burch yace en el suelo de su habitación con un disparo en la parte de atrás de la cabeza. A su lado, un pequeño cojín con un agujero de bala. No hay cajones abiertos, su tocador no está revuelto, ni las puertas ni las ventanas están abiertas o forzadas. Está claro, no ha sido un robo.El asesino es alguien que vive en esa misma casa.El joven detective Charles Wemsworth recibe una carta. Harry Burch, su viejo amigo y el hijo de la víctima, le cuenta que ha sido acusado del asesinato y le pide que le libere. Charles se pregunta si es posible que su amigo haya cambiado tanto en esos años como para haberse convertido en un asesino. Lo único que sabe es que va a averiguar la verdad. Sea la que sea.