A partir de la extraña muerte del escritor inglés Wilfrid Ewart en el balcón del Hotel Isabel de la Ciudad de México en 1922, pasando por la fascinación y repulsión que ejerció México en D.H. Lawrence, así como por el misticismo de Jünger, los testimonios literarios de autores mexicanos como Sergio Pitol, José Emilio Pacheco y Octavio Paz, o por las estancias mexicanas enmarcadas por la intensidad y el exceso de Antonin Artaud y Malcolm Lowry, el autor ensambla las dispersas piezas de un rompecabezas que explica rasgos que ante miradas obtusas han aparecido como inexplicables o irracionales. Como escena secundaria se narra el desarrollo del esoterismo de la Alemania nazi, que tuvo también un fuerte arraigo e influencia en tierras aztecas mediante personajes misteriosos como Arnold Krumm Heller, espía alemán y oficial del ejército mexicano durante la presidencia de Venustiano Carranza.