Recuerdo claramente el día en el que escribí mi primer poema. Era una tarde de julio o de agosto y acababa de leer, fuertemente impresionado, un buen número de páginas de Paradiso. Durante la lectura se había ido apoderando de mí una especie de excitación, que sólo ahora entiendo como el acto de entrar en sintonía con una realidad irreprimible. Enrique Juncosa, prólogo a Confluencias.