Afirma la autora noruega que ella escribe para aprender a amar. Es una gran premisa. En esta su tercera novela, publicada en 1997, considerada como una de las más representativas de la literatura noruega de los últimos tiempos y nominada al National Book Award 2018, Hanne Ørstavik reflexiona precisamente en torno al abismo de incomunicación que en ocasiones se alza entre personas supuestamente muy cercanas, tan cercanas como pueden serlo una madre soltera, Vibeke, y su hijo Jon en la vigilia de su noveno cumpleaños. Es una incomunicación en una fría noche de invierno que crea un clima de suspense sobrecogedor a lo largo de toda la historia, una historia impregnada de soledad y desasosiego que parece conducir únicamente hacia la fatalidad y hacia las profundidades de uno mismo, en una alternancia de voces internas que acentúan el contraste entre la cercanía y la distancia que separa a los dos protagonistas y que pone de manifiesto las dificultades de ser padre o madre ante un niño que va creciendo y reconociendo a ese otro niño que todo adulto esconde en su interior. Pero lo que realmente infunde miedo es la falta de comunicación entre las personas y entre una madre y su hijo especialmente. ¿Cómo, cuándo y por qué se origina la posibilidad de tamaña incomunicación? ¿Cómo expresar amor por un hijo, cómo hacerle entender a otra persona que la quieres cuando no pueden mediar las palabras, cuándo se alza un abismo de cansancio, preocupaciones, anhelos y fantasías entre los dos?
hace 5 años