Al igual que su padre, Albert Speer estudió muy duro y se convirtió en arquitecto, aunque él hubiera querido tener un grado en matemáticas. En 1931 Speer se unió al Partido Obrero Nacional Socialista de Hitler y muy pronto le fueron ofrecidos una serie de comisiones que realizó a nombre del partido. Por esa circunstancia se sintió muy agradecido puesto que en esos tiempos había gran escasez de trabajo. Su talento y habilidad fueron reconocidos y muy pronto llamó la atención del líder del partido, Adolfo Hitler. Debido a que ambos tenían los mismos intereses, en cuanto a arquitectura se refiere, Speer y Hitler se hicieron muy amigos. En 1933 el Partido Nacional Socialista ganó las elecciones y con ello el gobierno. Hitler deseaba devolverle la grandeza a Alemania y por eso quería edificios que perduraran mil años, como pensaba que iba a durar el Tercer Reich. Speer era la persona adecuada para tal empresa. Hitler y Speer planearon el nuevo Berlín, que sería la capital más fabulosa, no de Europa, sino del mundo y estaba planeada para ser terminada en 1950. Sin embargo, la guerra truncó el proyecto. Luego del Juicio de Nuremberg, a Speer se le sentenció a 20 años de prisión y a Doenitz a 10 años por no estar involucrado políticamente. En prisión, Speer comenzó a escribir sus memorias en secreto, hasta que fue liberado en 1966. Falleció en 1981.