¿Dónde están los límites del lenguaje? Agua viva es una vivencia –no una reflexión– sobre esos límites. Para avanzar más allá, en busca de la «entrelínea» la voz femenina que nos habla deberá pedir auxilio a la música y sobre todo a la pintura para acercarse al it, ese punto central de lo vivo que Clarice Lispector persiguió en todas sus obras. Vaga epístola a un destinatario mudo, Agua viva supera en todo momento las fronteras de esa amplia familia de las cartas de desamor a la que en parte pertenece. Más allá de la pasión, el texto apunta –con todas las armas: palabra, color y nota– al centro de la vida y desafía a la muerte con su defensa de la alegría, «respondo a toda esa infamia con la alegría». Ni novela, ni carta, ni diario, aunque sea también todo eso, Agua viva es un catálogo de las angustias de la modernidad y también de su superación a través de ese «renacimiento» que implica necesariamente la reinserción de lo humano en esa «agua viva» que fue el núcleo esencial del que surgió la vida.